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Gladys, Ciberkuoka, in Memoriam

El origen de la famosa receta de la Focaccia di Recco se encuentra en las guerras, como muchos otros platos. Parece ser que la localidad de Recco, sufrió numerosos ataques de piratas. Durante estos ataques, mujeres, niños y ancianos se refugiaban en los montes con todo lo necesario para sobrevivir (sobre todo harina, aceite y sal). Precisamente con estos alimentos sencillos y con un poco de queso, obtenido gracias a un trueque con los pastores de la zona, nació esta mítica focaccia. Fueron las cocineras de Recco de aquella época las que, manteniendo encendido el fuego y amasando la harina con el agua de los arroyos de los montes, inventaron esta receta : una fina capa de pasta mezclada con el queso se depositaba sobre una losa de pizarra, que antes se había calentado sobre las brasas y, después de unos minutos, esta rica especialidad estaba cocida y lista para pasar a la historia.

Es curiosa esta relación entre comida y guerra. Ya os comenté en un post anterior que el croissant debe su nombre a una burla de los pasteleros austríacos para los turcos. Cada vez que nos tomamos un croissant, sin saberlo, nos estamos comiendo el símbolo del enemigo de la cristiandad: la media luna.

Sin irnos tan lejos, tenemos en León el cocido maragato, que se toma al revés, empezando por las carnes, a continuación los garbanzos, y por último la sopa, por si el enemigo se presenta, hay que salir corriendo, y no da tiempo a comerse el cocido entero… Eso sí, si te comes el cocido entero, la única guerra posible después es la química…

Las latas de conserva, al parecer debemos agradecérselas a Napoleón, que para alimentar a las tropas durante sus largas campañas, organizó un concurso en el que premiaba con 12.ooo francos a quien diese con un método para conservar alimentos. Curiosamente, el abrelatas no se inventó hasta unos 50 años después… me imagino a los pobres soldados intentando abrir las latas con los dientes!
Hace unos días leyendo a Zerogluten, descubría que el término «guarnición» en cocina también tiene su origen en el término militar de las tropas que protegen una plaza o ciudad… y así podríamos seguir con la mahonesa, el café liofilizado, el microondas, etc. Curioso, no?

Ingredientes:

– 300 gr de harina de fuerza
– 120 ml de agua
– un chorrito de aceite
– una cucharadita de sal
– 700 gr de queso de Stracchino (es un queso blando, yo usé camembert y edam curado)

Amasamos agua, harina, sal y aceite hasta obtener una masa lisa y homogénea, y dejamos reposar mínimo una hora. Dividimos la masa en dos, y estiramos muy fino una de las mitades de la masa con la ayuda de un rodillo, en la foto no se ve bien, pero la masa debe quedar traslúcida, como para strudel.

Colocamos la pasta estirada sobre un plato de pizza, y encima colocamos el queso cortado a cuadraditos. Puede parecer una burrada de queso (bueno, es que lo es!), pero la verdad que luego no se hace nada pesado, ni parece demasiado al comer.
Precalentamos el horno a 220 º. Estiramos la otra mitad de masa, y la colocamos encima de la anterior. Hacemos unos cortes pequeños con un cuchillo en esta capa. Se puede espolvorear con sal gruesa y aceite antes de meterlo al horno, pero yo no lo hice.
Bajamos a 200 º, e introducimos en el horno, unos 20 o 25 minutos, hasta que tenga este tono.

Tomamos caliente… y a disfrutar!